Una trinchera no parece el lugar más indicado para el desarrollo de la gastronomía, y sin embargo las líneas del frente de la I Guerra Mundial –que en este 2014 cumple cien años- fueron el escenario de una revolución culinaria: el triunfo de las conservas. Cortadas las comunicaciones con la retaguardia por el constante bombardeo enemigo, la situación en las trincheras hubiera sido aún más desesperada para los soldados de no haber contado con un buen suministro de raciones enlatadas. Fáciles de almacenar y distribuir –amén de baratas-, el conflicto encumbró a las conservas como verdaderas triunfadoras de la contienda. ¡Cuánto le deben las latas a las guerras! Con ellas no solo se graduaron, sino que también vieron la luz.
Hasta la aparición de la comida enlatada, el ser humano recurrió al humo, el azúcar, la fermentación o la salmuera para conservar sus alimentos, pero todas estas técnicas alteran el sabor de los productos y no garantizan una perfecta conservación en condiciones adversas como las travesías en alta mar. Preocupadas por abastecer a tropas y navíos, las autoridades surgidas de la Revolución Francesa ofrecieron una jugosa prima a quien desarrollase una técnica de conservación que eliminase estos problemas. El repostero Nicolas Appert –espoleado por el gran Grimond de La Reynière– se alzó con el premio recurriendo al hervido y la conservación en tarros de cristal herméticamente sellados, que pronto sustituyó por recipientes de hojalata. Derrotado Napoleón, los avances de Appert se difundieron por Europa, y la industria alimentaria y conservera se consagró como uno de los sectores más boyantes de la Segunda Revolución industrial.
Cuando el frente estaba en calma, los soldados recibían alimentos frescos desde cocinas situadas kilómetros a sus espaldas. Pan, jamón, queso, verduras y té en el caso de los británicos. Patatas, verduras, galletas, chocolate y café en las trincheras alemanas. Jünger, en su novela autobiográfica Tempestades de acero habla de “arenques con patatas cocidas sin pelar y manteca de cerdo”, y al hablar del olor del pan tostado se pregunta “¿Qué luchador de las trincheras no conoce este ambiente?”. Para mantener alto el valor también se repartía tabaco y alcohol: vino los franceses, ron los británicos y licor los alemanes. Pero si arreciaban las bombas, los soldados solo disponían de conservas, en especial carne enlatada. Los relatos sobre el frente relatan situaciones atroces, pero no abundan los testimonios de un hambre generalizada salvo entre los rusos. Temerosos de que la moral en el frente se hundiera, las autoridades no dudaron en sacrificar el abastecimiento de los civiles en la retaguardia asegurando que en las espeluznantes trincheras dispusieran, al menos, de algo que comer.
Bellotas, recurso alimenticio por excelencia en tiempos de escasez
El espectacular incremento de la producción fabril de la Segunda Revolución Industrial permitió alimentar a la retaguardia durante los primeros años, pero la prolongación del conflicto, el reclutamiento de campesinos y monturas, el uso bélico de los nitratos –y no como abono-, y la guerra submarina provocaron que el hambre terminase por hacer aparición. Primero se recurrió al racionamiento y la recuperación de productos semidesterrados de gran rendimiento en condiciones adversas como la chirivía, el topinambur o el salsifí, para acabar recurriendo a los sucedáneos, como los panes elaborados con cebada, serrín y cenizas. Las autoridades controlaron los precios y el abastecimiento, pero en todos los países surgió un mercado negro estimulado por acaparadores y especuladores. En octubre de 1916 se creó en Berlín un centro de almacenamiento de castañas de indias y bellotas. Un año más tarde el gobierno austriaco publicó el folleto ¿Qué puede recolectarse todavía? Muchos prisioneros murieron víctimas de un hambre atroz.
Corned beef, la reina de las conservas cárnicas en lata
La paz no trajo ningún plato ni producto nuevo bajo el brazo, pero sí encumbró a una industria alimentaria que situó a las conservas a lo más alto. Antes de la I Guerra Mundial los franceses solían consumir productos de sus propias granjas; la contienda les acostumbró a acudir a la tienda a proveerse de alimentos generados por terceros. Muchos franceses probaron por primera vez la carne enlatada –a la que tan acostumbrados estaban sus aliados yanquis– o las sopas deshidratadas, que tras el conflicto se convirtieron en habituales por el aumento del éxodo rural y la incorporación de la mujer al mercado laboral. Los industriales respondieron al armisticio colocando en el mercado las toneladas de conservas almacenadas a precios imbatibles, trasladando la comida enlatada del frente, a casa. Una parte importante de estas conservas procedían de Chicago, distribuidas por empresarios filántropos como Herbert Clark Hoover –que llegaría a presidente de los EEUU- en regiones devastadas y hambrientas. La alimentación industrial había llegado a Europa para no marchar jamás.
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Hola Javier, interesantísimo artículo y de lo más fiable que he encontrado en Castellano. Verás no se si puedes ayudarme. Estoy escribiendo una novela y necesitaría orientación sobre el tipo de dieta o raciones de campaña del ejercito Chino en el año 59-60. Imagino que utilizarían conservas pero como la situación de China en aquellos años era de hambruna total no se si el Ejército corría mejor suerte que la desdichada población de la época.
Un saludo.
Buenas noches, Emilio.
Me temo que no puedo ayudarte mucho, y por desgracia no cuento con bibliografía fiable sobre dicha cuestión. Únicamente puedo proporcionarte dos apuntes: el primero es que el Ejército británico tuvo enormes problemas con las conservas durante la II Guerra Mundial en su lucha contra los japoneses en Birmania o Malasia, dado que el vacío no se hacía con la precisión de hoy en día, echándose a perder el contenido de las latas rápidamente por el efecto del calor y la humedad del clima tropical. Desgraciadamente, no recuerdo donde lo leí, pero tal vez fuera en La guerra que había que ganar (Allan R. Millett).
El otro apunte que te puedo hacer es que los estadounidenses invirtieron mucho, mucho, mucho dinero en abastecer al Ejército chino, lo que probablemente incluiría el envío de raciones de campaña. De nuevo tampoco sé dónde he leído esta idea, pero pudiera ser que de nuevo fuera en La guerra que había que ganar.
Lamento no ser de más ayuda. Muchas gracias por tu mensaje, y ánimo con la novela: me consta que sacarlas adelante requiere tanta pasión como disciplina y esfuerzo. Saludos.
Hola Javier, me ha resultado un artículo muy interesante ya que podemos ver la diferencia que había en la alimentación entre los soldados en las trincheras y el resto de la población , aunque al fin y al cabo todos lo pasaban mal porque no había suficientes alimentos y se alimentaban de lo que podían. Un saludo
Querida Irene, muchas gracias por tus palabras. Me alegro de que te haya resultado interesante la entrada. Como bien sabes las condiciones de vida de los soldados en las trincheras fueron terribles, pero en la mayoría de los casos -los rusos fueron una excepción- estuvieron bien alimentados para mantener alta su moral, mientras que en la retaguardia los civiles sufrieron toda clase de penalidades. Un saludo, y gracias por tu mensaje.
Muy curioso el artículo para darse cuenta de las situaciones gastronómicas vividas en las trincheras, el que un país (ej Reino Unido) tuviera una gran expansión territorial y colonial favorecía a que estos soldados en trincheras tuvieran mejor alimentación?
Buenos días, Diego. Como bien has intuido debería de haber sido así, pero lo cierto es que Gran Bretaña tuvo enormes problemas para abastecerse de alimentos llegados de las colonias desde que los alemanes iniciasen la campaña submarina contra los barcos aliados (posteriormente extendida también a los neutrales que comerciasen con los aliados). ¡Tanto Napoleón como Hitler o Hindenburg trataron infructuosamente de derrotar así a los británicos, ahogando su comercio y abastecimiento! Un saludo.
Muy buen artículo!Sin embargo, tengo una duda.
¿Afectó de alguna forma que los envases fueran de hojalata?
I.e. tengo entendido que están recubiertos por una capa de estaño, y debido a las condiciones en las trincheras, supongo que se oxidarían rápido.
Mi pregunta es, ganaron en alimentación gracias a estos nuevos métodos de conservación, pero, ¿eso derivó en algún tipo de problema de salud a corto o largo plazo?
Anónimo lector, como bien apunta las condiciones de aquellos primitivos envases no eran las actuales, de forma que eran frecuentes las conservas en mal estado que provocaban incluso muerte entre sus infortunados consumidores. Sin embargo no fue la I Guerra Mundial, sino otros conflictos como la Guerra de Cuba -la carne enlatada en mal estado provocó más bajas entre los estadounidenses que las balas españolas- o la II Guerra Mundial en el frente del Pacífico donde este problema se agudizó debido al clima tropical bajo el que se desarrollaron muchas campañas, mucho más nocivo que el húmedo aunque frío de las trincheras mencionadas en la entrada. Un saludo, y muchas gracias por su mensaje.
Gracias por tus palabras, Alejandro. En la mayoría de los países hubo racionamiento de alimentos para la población civil, especialmente duras en Alemania y sus aliados por el bloqueo naval británico. En muchos casos recurrieron a alimentos considerados para pobres en años anteriores. Así, por ejemplo, 1917 fue conocido en Alemania como el invierno de los nabos. Un saludo.
Muy interesante la información de este articulo, refleja la desproporción existente en la alimentación que recibían los soldados de las trincheras y el resto de la población. La única duda que me ha surgido es cual era la alimentación de la población de esos países en guerra, ya que los solados recibían mejores tratos.
-Alejandro Vega Díaz
Buenos días, Alejandro. Frente a lo que muchos pudieran pensar, la retaguardia sufrió más que los soldados del frente la carestía en lo que alimentos se refiere, dado que el Estado Mayor de cada uno de los ejércitos estimó que los soldados debían estar bien abastecidos para evitar que decayese su moral. Así, mientras los soldados alemanes comieron decentemente bien hasta el fin del conflicto, 1917 fue conocido entre sus compatriotas como el Invierno de los nabos, dado que poco más quedaba ya para comer. Un saludo, y muchas gracias por tu mensaje.